Ensayo sobre la duda: El patio de la carie

Están los momentos en los que esa fe en vos se vuelve inmensamente insuperable. Tu Dios en Harley Davidson, Madonna con los dientitos juntos, Gustavo Ceratti y Sinatra a dúo y en vivo, Einstein en el 2015, burbujas gigantes, olor a pasto y lluvia. Ideas insuperables, de veras. Seres superiores, mejorados.

Están también los momentos en que tambalea esa confianza. Cuando Ego se vuelve enano, como los días de más de pegajosos, como la rotura de las cañerías del vecino de arriba, como la impotencia de que se corte la luz cuando está por llegar el final de sexto sentido, aunque ya la hayas visto, algo así como cuando tenes una carie y comes justo helado en su patio. Terrible, punzante, sorpresivo. El olor a sudor de la duda, la invasión del "no sé", de esos “no sé” determinantes, plomosos.

Y ninguno de esos momentos representa realmente cuanto confías o no en ti. Porque se trata de un juego constante, de animaciones imperfectas que tu mente/espíritu te va mostrando en base a lo que percibe.

¿Se equivocan esas proyecciones mentales? Si, mil veces!

Pero, la real pregunta es… Sino podemos dar fe de que nuestros pensamientos, percepciones, sensaciones, son válidas, si nos debemos al deber de dudar en cada aparición…

¿Qué es lo que nos orienta?

¿Cómo hacemos para ser objetivos? Se puede?

¿Cómo hacemos para que la subjetividad no engañe?

¿Se trata de desatender el instinto de a ratos? ¿Cuándo? ¿Qué le adjudica un error? ¿Que consecuencias hay?

Equilibrio supongo que es la respuesta. En entender cuanto estamos dispuestos a perder o a ganar por seguir determinados caminos que nos marcan nuestros sentidos.

Errores y experiencias, juegos constantes, negociación natural e instintiva con uno mismo.

Ni si, ni No. Eso resulta una complicación, no?

Pensar menos. SER más. ¿Y que hacemos con el “Pienso, luego existo”…?

Estaremos esperando ansiosos una app que resuelva esto, y ruego que esté disponible para Windows phone.